Una especie de número mágico se repite varias veces en este Baptisterio: el ocho.
Como los laterales del monumento, que diseñan geométricamente su contorno y lo hacen tan distintivo.
Los bajorrelieves que adornan las paredes interiores del Baptisterio con escenas de la Vida de Jesús, obra del famoso escultor del siglo XIV Giovanni da Campione.
O las estatuas situadas fuera de la cúpula, en las esquinas, que representan las Virtudes: Fe, Esperanza, Caridad, Justicia, Prudencia, Fortaleza, Templanza, con el añadido de la Paciencia.
Consejo: si quieres probar suerte en un juego corto pero divertido, intenta emparejar cada estatua con su Virtud y reta a tus amigos a hacer lo mismo.
El Arcángel situado en lo alto de la cúpula actuará como tu árbitro.
Un baptisterio nómada, que no parece encontrar la paz: el edificio, tal como lo vemos hoy, es en realidad el resultado de numerosos desplazamientos a lo largo de los siglos.
Construido en 1340 en el interior de la basílica de Santa María la Mayor, en la Ciudad Alta, permaneció allí hasta 1661.
Posteriormente, se desmontó y se volvió a montar de forma totalmente arbitraria, con añadidos y reconstrucciones, en otras dos ocasiones.
Finalmente encontró su ubicación definitiva en 1898-99 en el lado oeste de la plaza de la catedral de la Ciudad Alta, donde fue recreada en estilo neogótico.
En el centro de la única sala octogonal, podrás admirar la decoración gótica de la pila bautismal, la pila que contenía el agua utilizada para bautizar a las personas según el rito católico.
Detrás de ella, verás el altar coronado por una estatua de mármol de San Juan Bautista.