Mark Twain dijo: ‘El Duomo … es lo primero que buscas al levantarte por la mañana y lo último en lo que descansan tus ojos por la noche. Se dice que el Duomo de Milán sólo está por detrás de San Pedro del Vaticano. No puedo entender cómo puede estar por detrás de cualquier otra obra realizada por la mano del hombre”.
Por tanto, puedes imaginar lo maravillosa que es esta iglesia que se alza en el centro de Milán desde 1387, inmediatamente puesta bajo el cuidado de la Veneranda Fábrica que la conserva con muy frecuentes trabajos de restauración.
Si el exterior del Duomo es majestuoso e increíble, cuando entres te asombrarás aún más: cinco naves divididas por cincuenta y dos pilares poliestilos que sostienen las bóvedas, cincuenta y cinco ventanas monumentales altas y estrechas por las que se filtra una luz suave y nunca fuerte, el suelo entretejido de mármoles claros y oscuros.
¿Sabías que el mármol con el que está construido el Duomo procede de un solo lugar?
De hecho, el señor de Milán Gian Galeazzo Visconti decidió utilizar únicamente piedra de Candoglia, en el valle de Ossola, y convocó a arquitectos y escultores de toda Europa para llevar a cabo el monumental proyecto.
En la fachada de la catedral, puedes divertirte reconociendo los diferentes estilos que se sucedieron desde 1300 hasta 1900: gótico, renacimiento tardío, barroco, neogótico…
La reliquia más importante que se conserva en la catedral es el Santo Clavo, uno de los cuatro de la Vera Cruz, aquella en la que fue ejecutado Jesucristo.
Hoy lo encontrarás en un nicho, muy alto, y gracias a una luz roja es visible desde toda la catedral.
Por último, una delicia: en el interior, cerca de la entrada, puedes ver el reloj de sol con el símbolo de Capricornio.
Se trata de un listón de latón en el suelo que atraviesa la nave y se eleva tres metros por la pared norte.
En la pared sur, a unos 24 metros del suelo, hay un agujero desde el que, al mediodía solar, un rayo de luz incide en el suelo.