El valle toma su nombre del arroyo Brunone que lo atraviesa, proporcionando la ribera perfecta para un paisaje ricamente arbolado, alternado con pequeños prados con senderos que conducen a aisladas cabañas rústicas.
La importancia del lugar se debe a su bucólico paisaje y a los afloramientos de esquisto negro descubiertos en 1973: rocas que conservan una rica fauna fósil que se remonta al Triásico Superior, es decir, ¡hace más de 200 millones de años!
Entre los objetos expuestos hay reptiles, peces, crustáceos e insectos.
La más espectacular, sin embargo, es una libélula conocida como Italophlebia gervasuttii, que conserva mágicamente intacta la red de costillas de sus alas.
Para proteger esta zona rica en tesoros, el paraje de Val Brunone está reconocido como Monumento Natural desde 2001, por iniciativa del Museo de Ciencias Naturales de Bérgamo.
La zona protegida, situada cerca de Ponte Giurino, comprende los tramos medio y bajo del torrente Brunone, afluente del torrente Imagna, y se extiende por bosques caducifolios mixtos.
Pero hay otra peculiaridad que hace que este valle sea único: los manantiales de azufre.
El proceso que conduce a la formación de estas aguas es complejo y comienza a varios kilómetros de distancia, a partir de las aguas procedentes de las argilitas de un pueblo cercano al lago: Riva di Solto, en las que hay sulfuros.
Sus propiedades curativas ya fueron mencionadas en 1876 por el científico del siglo XIX Antonio Stoppani en su obra “Il Bel Paese”.